jueves, 4 de julio de 2013

El corazón delator by Edgar Allan Poe

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: -¿Quién está ahí? Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! -¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón! FIN ¡Q tu dia mas bello sea el despertar de cada mañana! JhuX

jueves, 10 de febrero de 2011

ALGUIEN


Alguien que me ame de regreso
Alguien que me de la mano sin pena
Alguien que me coma a besos
y baile conmigo bajo las estrellas

Alguien que me abrace
Que me dedique tiempo
Alguien que pueda ver mas alla de mi cuerpo

Alguien, alguien que me ame
Alguien, alguien que me acepte
Alguien, alguien que me ame
Alguien, alguien que me tome como soy

CORO
Por que Yo me amo como soy
Y Siendo lo que soy
Yo no soy lo que tu esperas

Yo me amo como soy
Y creo en lo que soy
Soy lo que hay en mi interior

Alguien que reciba mi dar
Alguien que sepa ser incondicional
Alguien que disfrute de mi escencia

Alguien que me abrace
cuando lo necesito
Alguien que su filosofía Sea la alegría

Alguien, alguien que me ame
Alguien, alguien que me acepte
Alguien, alguien que me ame
Alguien, alguien que me tome como soy

CORO
Por que Yo me amo como soy
Y Siendo lo que soy
Yo no soy lo que tu esperas

Yo me amo como soy
Y creo en lo que soy
Soy lo que hay en mi interior

Rapp:
Antes de amar necesitas respetarte
y yo me quiero así ahora tu pon de tu parte
estoy buscando la persona ideal
que me quiera como yo me quiero
en bien y en mal igual
amor incondicional que me sepa respetar
y que quiera escuchar cuando yo quiera recitar
un poema dedicado una carta de amor
que siempre este de mi lado y me haga sentir mejor
necesito alguien que me quiera como yo nací
que quiera compartir lo que pienso y me haga reír
yo soy así y necesito que acepte que tenga en mente
que a mi no me importa la gente soy así...

CORO

alguien alguien que me acepte como soy
porque de eso se trata el verdadero amor
estoy buscando la persona que me quiera a mi
que me quiera conocer y me tome así
que me haga feliz, que me haga sentir
que el amor es la mejor razón para vivir
pues sin eso no podríamos existir
y todos merecemos recibir

Original de Jaime Kohen

¡Q tu dia mas bello sea el despertar de cada mañana!

JhuX

CUANDO LLEGUE MI HORA


Cuando llegue mi hora
Mi muerte, te quiero a mi lado

cuando acuda a las sectas, si hay suerte
sere un muerto que ha ordenado
a mi corazon que siga inerte
pues de ti esta enamorado

y a mi alma que entretenga a la parca
y que la venda fotos tuyas para verte

para que sepa y comprenda
que tu eres mi vida
para que sepa y comprenda
que tu eres mi muerte

cuando llegue mi hora
sin miedo ire a la cita
pues nadie rie si no llora
y nada se aprecia si no se quita

pero mirame a los ojos
cuando oiga la llamada
pues grabare tus labios rojos
y mi mirada morira de ti

enamorada

Original de Txus di Fellatio

¡Q tu dia mas bello sea el despertar de cada mañana!

JhuX

SI YO TU


Si yo, tú.
Si caes, yo contigo,
y nos levantaremos juntos
en esto unidos.

Si me pierdo, encuéntrame.
Si te pierdes, yo contigo,
y juntos leeremos en las estrellas
cuál es nuestro camino.
Y si no existe, lo inventaremos.

Si la distancia es el olvido,
haré puentes con tus abrazos,
pues lo que tú y yo hemos vivido
no son cadenas...
ni siquiera lazos:
es el sueño de cualquier amigo
es pintar un te quiero a trazos,
y secarlo en nuestro regazo.

Si yo, tú.
Si dudo, me empujas.
Si dudas, te entiendo.
Si callo, escucha mi mirada.
Si callas, leeré tus gestos.

Si me necesitas, silba
y construiré una escalera
hecha de tus últimos besos,
para robar a la luna una estrella
y ponerla en tu mesilla
para que te dé luz.

Si yo, tú.
Si tú, yo también.
Si lloro, ríeme.
Si ríes, lloraré,
pues somos el equilibrio,
dos mitades que forman un sueño.

Si yo, tú.
Si tú, conmigo.
Y si te arrodillas
haré que el mundo sea más bajo,
a tu medida,
pues a veces para seguir creciendo
hay que agacharse.

Si me dejas, mantendré viva la llama
hasta que regreses,
y sin preguntas, seguiremos caminando.
Y sin condiciones, te seguiré perdonando.
Si te duermes, seguiremos soñando.
que el tiempo no ha pasado,
que el reloj se ha parado.

Y si alguna vez la risa
se te vuelve dura,
se te secan las lágrimas
y la ternura,
estaré a tu lado,
pues siempre te he querido,
pues siempre te he cuidado.

Pero jamás te cures de quererme,
pues el amor es como Don Quijote:
sólo recobra la cordura
para morir.
Quiéreme en mi locura,
pues mi camisa de fuerza eres tú,
y eso me calma,
y eso me cura...

Si yo, tú.
Si tú, yo.
Sin ti, nada.
Sin mí, si quieres, prueba.

Original de Txus di Felletio

¡Q tu dia mas bello sea el despertar de cada mañana!

JhuX

martes, 2 de marzo de 2010

MEGAPOWER 3000

Si te sientes feo
todos te critican
y nunca te miran
las mamitas ricas.

Te tengo guardadas
mas de mil pastillas
y unas merengadas
contra las espinillas.

Yo estaba cansado
de ser ignorado
y halle una manera
de hacer que me quieran.

[Coro]
Megapower 3000
te ayudara a definir
de una forma escultural
el sistema muscular
megapower 3000
te ayudara a definir
pero no te va a curar
la disfunción eréctil.

Recuerdo cuando yo era flaco
que no me importaba como era la vida
fumaba y bebía de noche y de día
pura porquería.

Ahora que todo ha cambiado
que soy un esclavo del abdominal
entre la dieta el gimnasio
los adelgazantes
la vida es mas fácil.

Ahora soy portero de una discoteca
yo, soy el que dice
"que te quedes afuera chamín"
tengo autoridad y todos me respetan
tienen que arrodillarse ante mi.

Megapower 3000
te ayudara a definir
de una forma escultural
el sistema muscular
megapower 3000
te ayudara a definir
pero no te va a curar
pero no te va a salvar.

Megapower 3000
te ayudara a definir
de una forma escultural
el sistema muscular
megapower 3000
te ayudara a definir
pero no te va a ayudar
pero no te va a salvar.

Megapower 3000
te ayudara a definir
de una forma escultural
el sistema muscular
megapower 3000
te ayudara a definir
pero no te va a curar
¡La disfunción eréctil!

¡Q tu dia mas bello sea el despertar de cada mañana!

JhuX

viernes, 23 de octubre de 2009

Sin ti... Sin mi...

Sin tí... sin mí

¿Que hace el sexo en Internet
el pudor en la vedette
que hace un Porche en Tel Aviv?
¿un pigmeo en un iglú
una duda en un gudú
que hace Frida sin sufrir?

Si así como quién no quiere la cosa
mas fácil dispara rosas, un misil que tu un quizás
quien me manda a ser adicto de tus besos
si la luna no es de queso, ni tu boca souvenir

¿Que hace un casto en un motel,
que hace un genio en un cuartel
y que estas haciendo tu, sin mi?

¿Que estas haciendo tú,
que estoy haciendo yo?
subastando en el mercado
besos tan improvisados
con despecho al portador

¿Que estas haciendo tu,
que estoy haciendo yo?
malgastando en cualquier cama
lo que se nos de la gana
pa' vengarnos de los dos

¿Que hace un lunes en verano
un judío sin paisanos?
¿y que estoy haciendo yo
sin ti...?

¿Que hace un hippie en la oficina
una orca en la piscina
una monja en carnaval?
¿que haces tu cuando estas sola
chapuceandote en las olas de un pasado que paso?

¿Que hago yo cuando el domingo es por la tarde
y el campeón se hace cobarde y pregunta donde estas?
ya no estoy para los versos de Neruda
si en mi cama no figura ni un buen beso de alquiler

¿que hace Louvre sin Mona Lisa
un nudista con camisa
y que estoy haciendo yo sin tí?

¿Que estas haciendo tú,
que estoy haciendo yo?
subastando en el mercado
besos tan improvisados
con despecho al portador

¿Que estas haciendo tu,
que estoy haciendo yo?
malgastando en cualquier cama
lo que se nos de la gana
pa' vengarnos de los dos

Que hace un 30 de febrero
que hace un rey sin heredero
y que estoy haciendo yo... sin ti.

lunes, 13 de abril de 2009

MEDUSA Y PERSEO


Día: Lunes, Fecha: 13/04/09

En el tiempo de los dioses y los héroes, hace mucho, vivían en la región del monte Atlas unas hermanas espantosas, conocidas con el nombre de Gorgonas. Las más terribles de ellas se llamaban Medusa. De la cabeza de Medusa, en lugar de cabellos, salían culebras vivas. Y cuando Medusa veía cara a cara a un hombre, a un perro, a un ser vivo, el hombre y el perro y el ser vivo quedaban convertidos instantáneamente en estatuas de piedra.
A lo largo de los años, muchos héroes valientes y bien armados habían venido a la región del monte Atlas para matar a Medusa. Ninguno había podido matarlo. Por todas partes se veían guerreros y más guerreros, en actitudes diversas, pero inmóviles y tiesos porque eran ya estatuas.
Entonces vino Perseo, hijo del dios Júpiter. Perseo sabía qué peligrosos eran los ojos de Medusa, pero venía muy bien preparado. Tenía una espada encorvada, filosísima, regalo del dios Mercurio, Tenía un escudo muy fuerte, hecho de bronce, liso como un espejo. Y tenía también unas alas que volaban solas cada vez que él se las acomodaba en los talones.
Llegó, pues, volando. Pero en vez de lanzarse contra Medusa, se quedó algo lejos, sin preocuparse más que de una cosa: no mirarla nunca cara a cara, no verla a los ojos por ningún motivo. Y como era necesario espiarla todo el tiempo, usó el escudo de bronce como espejo, y en él observaba lo que ella hacía.
Medusa iba de un lado para otro, esforzándose en asustar a Perseo, Gritaba cosas espantosas, y las culebras de su cabeza se movían y silbaban con furia. Pero nunca consiguió que Perseo la viera directamente. Cansada al fin, Medusa se fue quedando dormida. Sus ojos terribles se cerraron, y poco a poco se durmieron también sus culebras. Entonces se acercó Perseo sin ruido, empuñó la espada y de un solo tajo le cortó la cabeza. Durante toda su vida conservó Perseo la cabeza de Medusa, que varias veces le sirvió para convertir en piedra a sus enemigos.

"QUE TU DÍA MAS BELLO SEA EL HOY DE CADA MAÑANA"

JhuX-JhuX